El duelo es diferente para todos, jamás es igual. Hay algunas personas que en cuestión de días, semanas o un año, tienden a superarlo.
La vida después de la pérdida es un tema profundo y lleno de emociones que afecta a todos en algún momento de nuestras vidas.
Cuando alguien amado fallece, deja un vacío en nuestros corazones que se llena de melancolía, tristeza y sufrimiento. Es como si una parte de nosotros se fuera con esa persona querida, dejándonos con un profundo dolor y una sensación de desolación.
Este difícil momento de pérdida es lo que Víctor Frankl llamó una situación límite, ya que nos enfrenta a nuestras emociones más sensibles y nos lleva a cuestionar el propósito y el significado de nuestra existencia.
Es natural que, tras la muerte de un ser querido, nos surjan preguntas acerca de lo que sucede después de este trágico suceso. Nos enfrentamos a un desequilibrio en la vida, una sensación de desconcierto y una profunda incertidumbre.
El dolor, las dudas y el miedo se entrelazan en nuestra mente, dejándonos con una sensación abrumadora de vacío y confusión. Enfrentamos la realidad de que ya no podemos compartir momentos con esa persona, ya no podemos escuchar su voz ni sentir su abrazo reconfortante. Nos encontramos en un territorio desconocido y nos preguntamos cómo podemos afrontar este momento de profunda pérdida.
A pesar de que muchas de estas preguntas se quedan sin respuesta, hay una verdad reconfortante que podemos encontrar en medio de la oscuridad: cuanto más profunda es la tristeza, más cerca está el amanecer. En este proceso de duelo, es importante mirar esta realidad existencial y hacerla parte de nuestro ser.
Reconocer nuestra propia finitud y aceptar que todo lo que comienza tiene un final, un ciclo vital que se cumple justo cuando termina esta forma de ser y estar en el mundo.
Es un momento en el que nuestras creencias pueden cambiar, nuestras perspectivas pueden transformarse y nuestras emociones pueden fluctuar intensamente. Es un proceso de adaptación y aprendizaje, donde debemos encontrar una nueva forma de pensar, sentir y actuar frente a lo que la vida nos ha puesto delante.
Amar es para siempre, y aunque la muerte parezca llevarse todo, la historia vivida con esa persona permanece y se perpetúa en el tiempo y en la eternidad.
La esencia de su ser, los momentos compartidos, los recuerdos y las enseñanzas se convierten en parte de nuestra propia historia. Internalizar al ser amado significa vivir a través de esas enseñanzas, ejemplos, largas pláticas, sonrisas, lágrimas, enfados y regaños. Cada experiencia compartida se convierte en un tesoro invaluable que llevamos dentro de nosotros.
Poco a poco, paso a paso, comenzamos a reconstruir nuestras vidas después de la muerte de un ser querido. Aunque nunca podemos reemplazar su presencia única, aprendemos a encontrar un nuevo sentido y significado en nuestras vidas.
Descubrimos la importancia de la gratitud por haber tenido la oportunidad de compartir momentos preciosos con esa persona y, a pesar de la dolorosa pérdida, encontramos la fuerza para seguir adelante.
Bibliografía:
El hombre doliente de Viktor Emil Frankl.
El hombre en busca del sentido de Viktor Emil Frankl.