Cuando alguien amado fallece, deja un vacío en nuestros corazones que se llena de melancolía, tristeza y sufrimiento.
Cuando alguien fallece es un golpe muy duro, una situación en la que nadie quisiera estar, mucho menos los pequeños.
Para los niños es normal vivir situaciones o traumas que se salgan de nuestro control. Para esto, es fundamental comprender que el fallecer es parte natural de la vida, así como lo es nacer.
En el caso particular de los niños, la pérdida de una mascota, sus abuelos, hermanos o padres puede terminar en un trauma que en un futuro repercuta en su desarrollo.
Para estos casos se recomienda tomar talleres tanatológicos, para que así se pueda trabajar directamente con pacientes terminales, sus familiares o con cualquier persona que haya sufrido una pérdida.
También existe la tanatología infantil, que puede apoyarlos en este proceso doloroso de la pérdida.
Es la que ayuda a que los más pequeños entiendan y tengan una consecuencia de la pérdida de manera mucho más sana, además de que crezcan sin miedo sobre el tema de fallecer.
Ayuda, también, a que cuenten con las herramientas necesarias para tratar un duelo menos doloroso, así como superarlo a su ritmo.
Los talleres tanatológicos logran que los pequeñitos aprendan que el fallecimiento de un ser querido o cercano es algo que debía suceder, que es una situación normal, natural; además de que ayuda a que no se aferren a las personas ni tampoco a las cosas.
Cabe destacar que este proceso de duelo en los niños se puede volver mucho más fácil si los adultos son honestos, si utilizan un lenguaje directo e integran al pequeño en los rituales relacionados con el fallecimiento.
Los niños necesitan información honesta y clara, para así poder ofrecerle más comodidad y acabar con sus miedos de una buena manera.
Cualquier tipo de pérdida, incluido el fallecimiento, es la oportunidad de pasar por el duelo que es necesario para continuar creciendo como seres humanos. Para este proceso es necesario incluir a los niños y adolescentes (considerando su edad) en el proceso de duelo de los adultos.
Gracias a esto, fortalece a las personas de manera espiritual y mental, además de que los hace empáticos con otros que han pasado por experiencias similares.
Hay que tener en cuenta que el concepto de «fallecer» se presenta diferente en los niños que en los adultos, dependiendo su edad. Por ejemplo, en el caso de los niños de un año, el suceso es algo irreal, algo que desconocen por completo.
En los niños de un año a dos lo asocian como algo momentáneo, aunque después de los seis años el concepto se vuelve mucho más real y difícil de comprender.
A medida que crecen pueden entender mejor el concepto, pero para esto se necesita la ayuda de sus padres y de otros cuidadores para aprender a procesar y afrontar la pérdida.
No es fácil el saber qué decirles, también es un momento difícil para ti, pero es importante desempeñar un papel importante en ayudarlos a sentirse seguros y afrontar el duelo de la forma más saludable posible.
Una recomendación es que la persona que deba anunciar sobre la pérdida de un ser querido a un niño sea la más cercana a él, manteniendo sus emociones bajo control para no alarmarlo de más en una situación que ya es complicada.
No hay un tiempo exacto para anunciarlo, pero lo mejor es que la noticia se dé lo más pronto posible, con un lenguaje directo y con una explicación breve de por qué ocurrió el fallecimiento, sin entrar en demasiados detalles.
Las palabras son importantes, y las que elijas deben variar según la edad o etapa del pequeño. Estas son algunas pautas que podrías seguir, recomendadas por expertos en tanatología: